El grupo Yaopantli Xiutlicutli preserva la tradición de la danza prehispánica en Vallarta. Ellos no solo bailan, ofrendan su energía en movimiento en una maravillosa filosofía de vida.
México es un país lleno de tradiciones, una de las más antiguas es la danza. Puerto Vallarta tiene la fortuna de reunir a personas que tienen una consigna importante en la vida: preservar nuestras tradiciones milenarias como lo es la danza prehispánica.
Las culturas prehispánicas bailaban danzas rituales como un agradecimiento a las deidades. En los amates (códices antiguos), se puede ver como la danza era usada como ofrenda de dolor y alegría al creador y las energías que nos rodean. Durante la conquista española, esta tradición fue casi aniquilada o, en el mejor de los casos, modificada. Los colonizadores torturaban o mataban a quienes practicaban estas danzas. Por ejemplo, a los que tocaban el tambor les cortaban las manos y a quienes bailaban les cortaban los pies. Se les perseguía para destruir nuestra raza, lo fuerte de su espíritu e ideología. Para poner fin a la barbarie, se les permitió realizar sus danzas pero dedicadas a los santos católicos.
Danza Prehispánica en Vallarta: Una reverencia a los dioses
Muchos de los verdaderos significados de la danza fueron conservados gracias a la tradición oral. En algunas familias, los hombres viejos contaban a los jóvenes los pormenores de cómo era antes de transformarla. Los danzantes bailaban durante horas como sacrificio en agradecimiento al Sol, a la Madre Tierra y a los 4 elementos.
El ritual comienza con una salutación a los 4 puntos cardinales que representan deidades específicas: Al oriente Quetzalcóatl o “la serpiente emplumada”, que representa la sabiduría y la conexión entre la tierra y el cielo; al poniente Xipetotec o “nuestro señor el desollado”, que representa el cambio y la transmutación; al norte Tecaxtlipoca o “el espejo humeante” que nos ayuda a mirar hacia nuestro interior y reflejarnos en otros seres humanos; al sur Huitzilopochtli o “el colibrí zurdo”, señor de la fuerza de voluntad y la guerra interna.
La danza prehispánica que hoy conocemos se atribuye a los toltecas y chichimecas. Se considera que antes era practicada en todo el continente, conocido en aquel entonces como Anáhuac. Originalmente el vestuario era solo un taparrabos de manta, en la actualidad se añaden muchos otros elementos para hacerlo más vistoso, como penachos de plumas, pectorales, brazaletes, etc.
El círculo mágico
La danza se realiza en círculo, en el centro se colocan objetos ceremoniales con diversos propósitos. Se enciende copal para purificar el ambiente, se tiene una representación del venado sagrado y un caracol para romper las malas vibraciones y abrir los portales galácticos tridimensionales. Frente a estos objetos colocados sobre la tierra se ubica un tambor que llevará el ritmo de la danza. Este último simboliza el latido de nuestro corazón y la conexión con los ancestros.
El atuendo
El vestuario consta de 7 elementos: el copilli (aureola de plumas), el mastla (taparrabos), los coyolis (sonajas de pies), brazaletes, muñequeras, rodilleras y un pectoral. Al sonido del tambor comienzan los giros y flexiones. Los danzantes bailan de lado a lado y el sonido de las sonajas colocadas en sus tobillos, acompañan el sonido del tambor, simulando el cascabel de una serpiente y el sonido de la lluvia, que lo renueva todo.
La sonaja de cada pie debe estar integrada por 52 coyoles. Al sumar las coyoleras de ambos pies, sumamos 104 coyoles. Estos representan los años que tarda Venus en pasar frente al Sol y el tiempo en que se cumplen sus 13 ciclos sinódicos pentagonales.
El propósito de la danza
Los Danzantes bailan en conjunto, en armonía, en un mismo sentido y en dualidad, ya que aquello que hace el lado izquierdo de su cuerpo, también lo hace el derecho. De acuerdo a la tradición, cuando se danza, todos somos lo mismo unificados por el corazón de la Madre Tierra; representado por el huehuetl (tambor). Al danzar se convierten en guerreros del espíritu, que se han desprendido de su egoísmo para ofrecer su tiempo y su energía en armonía, junto con sus hermanos de camino.
Honrar la vida a través del movimiento
Al danzar, la gente aprende que cada paso tiene un propósito, un sentido, que no es otro más que honrar la vida, que nos es prestada por la Madre Tierra y por el Padre Universo, la dualidad sagrada y creadora.
Nuestros ancestros nos enseñaron que cada paso en la vida debe tener un propósito, una finalidad, un por qué y un para qué, por lo tanto los movimientos deben de ser conscientes y con devoción para que nos lleven por el camino que va hacia el Padre Sol, hacia la luz, hacia la verdad.
Un rezo con propósito
Los danzantes tienen una forma distinta de ver y vivir la vida. No hay edad para comenzar a danzar. Incluso desde niños son instruidos en la danza, pero también en la cosmogonía ancestral de estas tierras del Anáhuac.
Aunque la danza más difundida es denominada azteca, en realidad tiene su origen en esta región del país. Xalisco es un nombre en lengua náhuatl. Xiutla, como se le llamaba a este valle antes de la llegada de los españoles, también. Por eso actualmente se cree que la danza está regresando a estos lugares, porque aquí tuvo su origen y se esparció por el continente en una peregrinación milenaria de tribus como los Ceris y Yakis.
En Puerto Vallarta, el círculo Yaopantli Xiuhtecuhtli conserva y difunde esta tradición presentándose en lugares públicos. Para el turista extranjero e incluso nacional, esta danza milenaria además de bella, tiene un profundo significado. Puedes buscar más información en Temazcal Xochipilli Vallarta o síguelos en FB en Rancho Madre Tierra
Si los ves en el Malecón de la ciudad, date la oportunidad de apreciar este ritual mágico bailando para todos, por todos, y para el todo. Ese es su rezo…
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