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La cotidianidad de Puerto Vallarta como atractivo turístico

La cotidianidad de Puerto Vallarta es lo que busca el nuevo visitante es un consumidor de historias, aventuras, degustaciones y experiencias, uno de los suovenires más importantes que podrá llevarse.

Décadas atrás, los destinos turísticos se dividían entre los de sol y playa donde el turista dedicaba gran parte del tiempo a estar tomando sol, disfrutar del mar y de la playa con un buen coctel tropical y, en el otro extremo, estaban las ciudades históricas, donde la gente recorría, caminaba, conocía, a veces comparaba y siempre plasmaba las vistas en la fotografía, ya que los considera recuerdos de su pasado conocido por viajes o a través de la magia de la lectura.

Ese fue el tiempo del turista estático, el que llegaba a descansar; hoy, de ese visitante sólo queda el recuerdo, porque el nuevo es un consumidor de historias, aventuras, degustaciones y muchas experiencias, que serán uno de los souvenires más importantes que podrá llevarse de estos viajes.

En las primeras décadas, Vallarta compartía sus murmullos y los silencios, las estrellas y la arena con los turistas, eran parte de su realidad, volvían todos los años por largo tiempo y vivían la aventura de residir y convivir en un pueblo de pescadores.

Luego la zona hotelera moderna y la masificación, fue haciendo del turismo una industria muy importante, pero más alejada de la sociedad local por la dinámica de los turistas masivos, de una semana que venían a tomar sol, y comer un buen pescado con una cerveza helada, y si es Pacífico mejor. Pero esa etapa ya pasó.

cotidianidad de Puerto Vallarta

LA COTIDIANIDAD DE PUERTO VALLARTA ES EL ATRACTIVO

El nuevo turista que nos visita es un curioso por antonomasia, es un coleccionista de experiencias, es un buscador de nuevas cosas, aunque sean de corta duración, ya que él, lo graba en la mochila de los recuerdos, por ello hoy estamos ante ese nuevo reto de recuperar ese diálogo, de vivir esa aventura juntos. El paisaje es la gente, los colores sus vestidos, artesanías y sabores.

Puerto Vallarta es de esas ciudades donde el valor de la gente y sus formas de vida son un paisaje en sí mismo y, por ello, un gran atractivo, para aquel turista que deja de ser un visitante guiado para pasar a definirse como un buscador de tesoros en medio de la gente.

Hoy el turista quiere conocer todo lo posible y no sólo los paisajes tradicionales de un destino, sino la dinámica de éste que, solamente se puede conocer caminando la geografía de la cotidianidad y degustando a través de la vista, los colores y formas del pueblo, los aromas de sus comidas y sus perfumes, o el sabor de sus platos típicos, quizás uno de los tesoros mejor cuidados.

Caminar la ciudad es un reto, por las empinadas calles, las largas escaleras que parece van hasta el cielo, pero el premio al final es sorprendente, la quietud del mar o la bravura de sus olas y un velero a lo lejos como pintado en el paisaje; un atardecer de ensueño son parte de la larga pinacoteca que la belleza del puerto tiene en el extremo de sus miradores.

El nuevo turista que nos visita, es un curioso por antonomasia, es un coleccionista de experiencias, es un buscador de nuevas cosas.

EL PAISAJE ES LA GENTE

Pero hay que volver a caminar, para poder digerir los colores y su belleza, hay que seguir buscando entre la multitud de puestos del mercado popular, donde los colores y los aromas compiten con las bellas formas de plantas y flores, frente al atractivo sabor de la comida que está en su punto, para poder degustar y así juntar otro recuerdo, que siempre el turista lleva en su mochila.

Las ventanas abiertas, las puertas sólo con un medio cancel, para que entre el viento, para que pase al amigo a compartir; es la gente que convive con el visitante, que le responde las preguntas como guía especializado, el que conseja, el que quiere ayudar primero a entenderse y luego a seguir conociendo. En la noche y más alejado de las calles del centro están una de las instituciones más tradicionales de este antiguo pueblo de pescadores y de Jalisco en lo general, las “cenadurías”. A veces sólo una mesa, una gran cazuela con platos típicos del pozole a los diferentes antojitos, quienes nos atienden, están siempre atentas para servir el agua de horchata, la de sabores de frutas y otras más, que sirven para acompañar esta comida tan típica de la gente del lugar.

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El paisaje es la gente, los colores sus vestidos y artesanías y los sabores, su gastronomía, un gran centro de expedición, un reto para quien quiera llevar la mochila llena de recuerdos y vivencias, de compartir para conocer y conocer para querer.

Alfredo Argentino Cesar Dachary
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