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El muelle de Los Muertos, el gran recuerdo de mi infancia

Un elemento emblemático lleno de historias, que a lo largo de los años ha servido como vínculo entre el mar y la tierra firme. El muello de los Muertos ha sido testigo de grandes comienzos y de nostálgicas despedidas.

Por José Alfonso Baños Francia

Cuando éramos niños, casi todos los vallartenses vivíamos en el centro de Puerto Vallarta. Mi familia y yo, llegamos a esta bahía tan hermosa en 1972. Tras habitar en varios sitios, terminamos por vivir en un departamento de la calle Juárez esquina con la calle Agustín Rodríguez, por los rumbos del mercado municipal del río Cuale.

Desde el balcón, se podía contemplar el mar y los atardeceres que a diario nos sorprendían, antes de que llegara la «modernidad» y el estacionamiento Juárez bloqueara irremediablemente el paisaje de toda la zona.

Mi educación preescolar ocurrió en el kínder Emiliano Zapata, teniendo por techo la sombra de los altísimos árboles de mangos, que entonces sobresalían por doquier en la “Zona Romántica”. También recuerdo la silueta de la Casa Ejidal, que se desplantaba con sus altos techos de teja, una cuadra de mi kínder.

Asistir a ese jardín de niños fue una de las experiencias que atesoro en mi memoria. El cariño y atención que nos prodigaban maestras como Amparo Topete o Laurita Torres era invaluable. En aquellos ayeres, Puerto Vallarta contaba con buenas condiciones de vida, caracterizadas por una comunidad segura de personas conocidas y amigables.

Al término de las clases, me recogía Georgina, la chica que ayudaba en las labores domésticas de la casa. La comida transcurría en familia, en aquellas épocas donde el tiempo sobraba. Tenía la fortuna de convivir con mis papás y mi hermano Fernando, dos años mayor que yo. Como por lo general no tenía que cumplir con tareas, las tardes las pasabamos en la calle, jugando con los amigos y disfrutando de la riqueza natural del río Cuale, los árboles y las montañas.

Una de nuestras actividades favoritas era cruzar nadando el río Cuale, saliendo de la ribera norte con dirección al hotelito Molino de Agua, donde se levantaba un fragmento de jungla con árboles de hule y casitas tradicionales con portales, un lugar lleno de vida silvestre y guacamayas, que llamaban la atención de cualquier niño. Un lugar que fue avasallado por el “progreso» y el “auge» del mercado inmobiliario.

El Muelle de los Muertos, el gran recuerdo de mi infancia en Puerto Vallarta

La mayoría de las veces nos cruzábamos nadando porque aún no se construía el puente “nuevo”, que ahora une al Centro con la colonia Emiliano Zapata por la calle de Ignacio L. Vallarta. Al llegar a la otra orilla, caminábamos por la arena hasta el antiguo muelle de la playa de Los Muertos, el cual se erguía desafiante con una plataforma de duelas de madera por cuyas rendijas se podía ver el fondo del mar. Nuestra mayor ilusión era pescar, empleando modestos medios, dándole un renovado uso a los botes de Cloralex, poniéndole hilo, pesos, carnada y anzuelo para ver si lográbamos asegurar a algún pez distraído. En esas tardes fabulosas, fuimos construyendo y afirmado el amor por este terruño. Simplemente nos dejabamos seducir por los fragmentos de sierra contenidos en la infinitud de la mar…

Hoy, cuando vuelvo al muelle, me asalta la nostalgia de mi niñez. Aunque mucho del paisaje se mantiene como hace 45 años, tengo que rascarle a la memoria para reconocer los lugares que se han ido para siempre. Aquellos que nos quedan como piezas de un rompecabezas sin instrucciones y sin sentido. Las montañas que cubrían el paisaje de esos tiempos, hoy han sido tapadas por la silueta de altos edificios y hoteles. En la actualidad, relativamente no se ven personas pescando en este muelle y es casi imposible usarlo como trampolín para echarse clavados.

En el año 2013, el viejo muelle de los muertos fue sustituido por el Nuevo Muelle que mide 665 metros cuadrados. Se integra por un andador peatonal y una estructura metálica moderna que asemeja una vela de barco que es iluminada por las noches y que conecta con una plazoleta circular. Una estructura que ahora se ha convertido de igual forma en un ícono vallartense, pero que dista mucho del viejo muelle de madera que enmarcaba nuestras aventuras infantiles de aquellos años. Lo bueno, es que aún permanece la visita constante de turistas y vallartenses a esta playa. Por cierto, una de las más tradicionales y a la que le seguimos llamando la playa de “Los Muertos”, cuando más bien debería llamarse la playa de los vivos; por la alegría y los grandes momentos, que siempre nos ha regalado a lo largo de los años.

 

 

 

Juan Manuel Gómez Encarnación